La etapa universitaria puede ser uno de los momentos más emocionantes de la vida, llena de oportunidades, amistades y descubrimientos. Sin embargo, también es un período con altos niveles de estrés, presión académica y cambios constantes a entornos más competitivos que pueden aumentar significativamente el riesgo de ansiedad y depresión.
Según la Asociación Estadounidense de Psicología, alrededor del 41% de los estudiantes universitarios reportan síntomas de ansiedad, mientras que el 36% manifiesta síntomas de depresión, cifras que reflejan la magnitud del problema.
¿Cuáles son los factores de estrés que conllevan a este riesgo?
Carga académica y expectativas altas: La presión por obtener buenas calificaciones, los proyectos constantes, el aumento de responsabilidades y cumplir con plazos puede ser una fuente continua de estrés y tensión que afecta la salud emocional.
Cambio de entorno y adaptación social: La transición a la universidad muchas veces implica dejar atrás el hogar o ciudad natal y adaptarse a un nuevo entorno social, perdiendo redes de apoyo y enfrentando el reto de construir nuevas conexiones, donde muchas veces se generan sentimientos de soledad.
Expectativas personales y sociales: Las expectativas de tener éxito en la universidad y lograr reconocimiento también son una carga mental significativa.
Preocupaciones económicas: Los costos de la educación y las necesidades básicas también pueden ser una fuente de estrés significativo.
Ansiedad y Depresión: ¿Cómo diferenciar entre ambos?
Si bien la ansiedad y la depresión pueden coexistir, presentan síntomas diferentes a los cuales se debe prestar atención para actuar a tiempo.
Ansiedad: Se caracteriza por una preocupación constante, inquietud, dificultad para concentrarse, tensión muscular y alteraciones en el sueño. En el contexto académico, puede traducirse en miedo al fracaso o sensación de “no poder con las exigencias”.
Depresión: Sus síntomas incluyen tristeza persistente, desesperanza o inutilidad, falta de motivación, pérdida de interés en actividades, fatiga, alteraciones en el apetito y sueño. La depresión puede hacer que las actividades diarias, incluso las más simples, se sientan como grandes cargas.
Organización y planificación del tiempo: Planificar tareas, asignar tiempos específicos para estudiar y establecer metas a corto plazo logran reducir significativamente los niveles de ansiedad. Además, equilibrar momentos de estudio con descansos mejora la retención y evita el agotamiento.
Practicar técnicas de relajación: La meditación ayuda a reducir la ansiedad y mejora el estado de ánimo y la concentración. Solo 10-15 minutos al día ayudan a disminuir los niveles de cortisol, la hormona del estrés, permitiendo al cerebro manejar mejor las situaciones de presión.
Establece una red de apoyo: La conexión con compañeros, familiares y amigos, al menos un amigo cercano, puede marcar una gran diferencia en tu bienestar emocional disminuyendo los efectos del estrés, mejorando el estado de ánimo y previniendo el aislamiento social, uno de los factores más perjudiciales para la salud mental.
Busca ayuda profesional: Si la ansiedad y la depresión se vuelven difíciles de manejar, no dudes en buscar ayuda profesional. Muchos campus universitarios ofrecen servicios de asesoramiento psicológico gratuitos o a bajo costo. Otra alternativa es acudir con un profesional de la salud mental de manera particular. La terapia, ya sea en persona o mediante plataformas en línea, puede proporcionar herramientas prácticas para manejar tus emociones, y de ser el caso, acompañarlas con medicación recetada por un profesional.
Al poner en práctica estas estrategias podrás enfrentar la ansiedad y la depresión de una manera saludable.
Si estás pasando por un momento de crisis, recuerda que buscar ayuda profesional puede evitar que estos problemas se vuelvan crónicos. En el Instituto de Neurociencias Aplicadas estamos para ayudarte, puedes solicitar una cita con nosotros a través de nuestro “WhatsApp” y te guiaremos para que puedas disfrutar nuevamente de esta etapa.