El 10% de la población adulta en el Perú tiene alzheimer. Dicho porcentaje aumenta al 16% si nos centramos en el grupo etario compuesto por los adultos mayores de 70 años.
Si bien es cierto, el alzheimer puede parecer a simple vista una enfermedad muy lejana para muchos, lo cierto es que las probabilidades de desarrollarlas existen. De hecho, conforme se normaliza un nuevo estilo de vida, mucho más sedentario que en épocas anteriores debido al contexto en el que se vive, estas probabilidades siguen aumentando.
El reloj no hace más que avanzar conforme van pasando los años. Si no tomamos acción, estamos en riesgo. Pero ¿Cómo prevenir una enfermedad cuyas causas varían de persona a persona? La respuesta es sencilla: Transformando nuestro cerebro.
El alzheimer y el daño cerebral
Sí, has leído bien. Para entender un poco más sobre lo que implica “transformar el cerebro”, hay que entender cómo se produce el alzheimer. Piensa en tu cerebro como una gran empresa la cual cuenta con miles de millones de empleados, que se agrupan según sus funciones específicas en diversas fábricas. Llamemos a estos empleados “neuronas”. Como en toda gran organización, es importante que el trabajo se dé de manera ordenada y sistémica.
Las neuronas deben estar en constante comunicación entre sí para verificar que todos los procesos se den correctamente. Sin embargo, mantener a miles de millones de empleados trabajando al 100%, las 24 horas del día, los siete días de la semana, requiere de una gran coordinación y por ende, inversión. Y no, no estamos hablando de dinero, sino de energía y oxígeno.
El alzheimer se puede entender como una avería, una falla en la logística de una de las fábricas que obstaculiza el rendimiento de las neuronas. Pasan de dar el 100% a dar el 50%. Los científicos aún desconocen el motivo que origina esta falla. Pero, siguiendo la analogía, una avería dentro de una de las fábricas puede repercutir en las demás (recordemos que todo es un sistema). Finalmente, a medida que el daño avanza, como si de un virus se tratase, las neuronas van perdiendo su capacidad para trabajar y, dado que ese es su único propósito en la vida, terminan muriendo. Esto, por ende, causa cambios irreversibles en nuestro cerebro.
¿Cómo transformar nuestro cerebro?
Para evitar este final tan catastrófico es importante empezar un proceso de transformación personal. Cambiar nuestros hábitos de consumo, pero sobre todo, nuestra rutina diaria. Es el típico "nuevo año, nuevo yo", pero con un propósito en concreto. Si quieres envejecer con estilo, es necesario que empieces a hacer ejercicio.
El ejercicio, independientemente de proveernos de un gran estado físico, es la ruta de transformación cerebral que hemos venido mencionando. Si enfocamos nuestro régimen de entrenamiento a fortalecer nuestra capacidad cardiorespiratoria podemos obtener grandes resultados. Según la neurocientífica, Wendy Suzuki, al hacer esta rutina de ejercicio a largo plazo se estimula el nacimiento de nuevas neuronas dentro del hipocampo que trabajan mejor que las células que se encuentran ahí desde que hemos nacido. Son más flexibles y se adaptan con mayor facilidad. Siguiendo nuestra analogía, vendrían a ser empleados nuevos, que se encuentran frescos y altamente motivados para realizar su trabajo. Como consecuencia, mejora tu memoria y las posibilidades de desarrollar Alzheimer, disminuyen.
Hoy en día, existe recursos terapéuticos que permiten un diagnóstico precoz (Evaluación Neurocognitiva, SPECT Cerebral, entre otros) y la una intervención temprana a través de abordajes neurocognitivos (Rehabilitación Neurocognitiva), farmacológicos y de asistencia que han demostrado retrasar el proceso de deterioro, en INA estamos dispuestos a brindarte la atención que necesites.
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