En lo cotidiano, muchas personas asocian el envejecimiento con una perdida progresiva de la memoria. Si bien esto es correcto, debemos recordar que existe un deterioro de la memoria que está asociada con la edad, pero que no debe generar en el anciano problemas funcionales básicos (Reconocer a sus seres queridos, saber dónde se encuentra, tener clara percepción del tiempo, realizar actividades intelectuales y de entretenimiento, etc.).
Cuando hablamos de un deterioro de la memoria que no corresponde a la edad del individuo y genera clara disfuncionalidad, nos enfrentamos a un trastorno neuro-degenerativo denominado demencia. Sorprendentemente, las investigaciones muestran que un tercio de los casos de demencia en todo el mundo podrían atribuirse a factores de riesgo modificables, como la diabetes, la hipertensión y la inactividad física. Por ello, es importante participar en actividades físicas recreativas regulares y controlar las condiciones de salud crónicas, idealmente durante toda la vida, para reducir los riesgos de la discapacidad asociados a la demencia y a la salud general.
Una forma de prevenir el desarrollo de enfermedades crónicas relacionadas con el envejecimiento es que las personas realicen una actividad física regular. Tal ejercicio puede promover un envejecimiento saludable de las funciones cognitivas (Atención, concentración, memoria, etc.) y generar beneficios específicos para el cerebro que incluyen la disminución de la atrofia cerebral (pérdida de volumen) relacionada con la edad, el aumento de la producción de nuevas neuronas y un mayor flujo de sangre en el cerebro. De hecho, se ha demostrado que cuanto mejor sea la capacidad cardiorrespiratoria, mejor será la aptitud del individuo para planificar, organizar y solucionar problemas.
Como la mayor parte del tiempo de nuestra existencia la pasamos en el trabajo cotidiano, las actividades preventivas señaladas, deberían efectuarse también en el centro laboral. Existe evidencia que las intervenciones de actividad física en el lugar de trabajo mejoran la salud del individuo, su bienestar y desempeño laboral, lo que parece respaldar aún más los beneficios de la actividad física durante la adultez. Los programas de actividad física, ya sea que ocurran en el lugar de trabajo (por ejemplo, pausas activas) o sean incentivados por los empleadores durante el tiempo libre, pueden ayudar a las personas a aumentar la participación en actividades físicas beneficiosas. Sin embargo, parece ser que la actividad física ocupacional no necesariamente proporciona los mismos beneficios que la actividad física en el tiempo libre. Además, es importante abordar los cambios organizacionales para reducir los riesgos psicosociales del trabajo (por ejemplo, la tensión excesiva, el desequilibrio esfuerzo-recompensa, los turnos de trabajo) que contribuyen a los déficits de salud física y al envejecimiento poco saludable. Como se explicó anteriormente, diseñar el trabajo para reducir las fallas cognitivas en el desempeño laboral puede ser beneficioso para mantener o mejorar la seguridad, la salud y el bienestar de los trabajadores.
Otro aspecto relevante, es considerar la necesidad de que las personas de tercera edad sigan laborando en condiciones favorables acorde con su grupo etario. La actividad laboral refuerza en el anciano su percepción de seguir siendo útil a la sociedad y le permite compartir sus conocimientos y experiencias ganados con los años. Para esto es necesario un asesoramiento profesional y recursos para ayudarlos a encontrar un trabajo que se ajuste a sus capacidades e intereses. Dichos recursos deben considerar el desarrollo y el envejecimiento de los adultos: cambios en los riesgos para la salud física y cognitiva, así como también la motivación laboral. Para algunos, esto puede significar una reducción en las horas de trabajo o las demandas de trabajo, mientras que para otros, puede significar dejar un trabajo u organización por completo y embarcarse en un trabajo nuevo, tal vez menos exigente. Para algunos trabajadores, la reducción de las demandas en un trabajo actual y la confianza en el conocimiento y la experiencia adquiridos pueden ser mucho más favorables que aprender un trabajo completamente nuevo en un entorno nuevo.
En conclusión, el trabajo realizado en condiciones adecuadas, tanto desde el punto de vista físico como psicosocial, no solo contribuirá a un envejecimiento saludable sino también a una prolongación de la funcionalidad, adaptabilidad y felicidad del individuo de tercera edad.
Lic. Edgardo Llerena Henzler
Referencia:
Fisher, G. G., Chaffee, D. S., Tetrick, L. E., Davalos, D. B., & Potter, G. G. (2017, March 30). Cognitive Functioning, Aging, and Work: A Review and Recommendations for Research and Practice. Journal of Occupational Health Psychology. Advance online publication. http://dx.doi.org/10.1037/ocp0000086
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