“La lengua no es la envoltura del pensamiento, sino el pensamiento mismo”, Esta frase del escritor Miguel de Unamuno Pone en evidencia un aspecto que muchos prefieren no abordar. En esencia, somos capaces de pensar debido a que poseemos un lenguaje que nos permite codificar dicho pensamiento. Este proceso mental reside en nuestro cerebro y posee una rama de la neurociencia que se dedica a su análisis. Dicho esto, ¿Somos conscientes de las implicancias que tiene el lenguaje en nuestras vidas y forma de entender el mundo?
“Recientes trabajos empíricos han mostrado que el lenguaje está integrado y en constante interacción con una increíble variedad de procesos neuronales”, señala el texto que firmó Lera Boroditsky, profesora en el departamento de Ciencia Cognitiva de la Universidad de California (EE UU). En esencia, el lenguaje nos permite entender el mundo de determinada forma y, una exposición tardía a él retrasa la formación de una serie de patrones de conexiones neuronales que moldean la base para el desarrollo cognitivo de nuestro pensamiento.”
Partiendo de lo anterior también podemos hacer una distinción entre la configuración del cerebro de dos personas pertenecientes a culturas distintas. En este sentido, podemos partir del hecho de que en determinados idiomas existen palabras para nombrar una serie de emociones o acciones que quizás no existen en otro idioma y viceversa. O un mismo concepto puede connotar significados completamente distintos en dos culturas diferentes. Como, por ejemplo, la asociación que hacen algunas culturas con los colores. El color azul expresa, para la mayoría de los países, la serenidad, la libertad y el cielo. En los países árabes, el azul es concebido como el color de la protección, mientras que en el subcontinente indio se le asocia con el color de la piel del dios Krishna.
Por su parte, los hablantes de diferentes idiomas desarrollan distintas habilidades cognitivas según la estructura y los patrones de sus lenguas, algo que también incluye a las lenguas de signos. Sus hablantes desarrollan diferentes habilidades de atención visoespacial comparados con quienes usan el lenguaje hablado.
En esencia, el lenguaje está relacionado con un gran número de funciones cognitivas como la atención, la orientación o la memoria. Es por ello que las habilidades lingüísticas no se localizan en un área cerebral concreta sino en muchas de ellas. Tradicionalmente se había atribuido al área de Broca (situada en el lóbulo frontal izquierdo) y al área de Wernicke (en el lóbulo parietal izquierdo) la producción y procesamiento del lenguaje, pero hoy los científicos saben que están involucradas muchas más regiones.
Si deseas conocer más sobre cómo influye el lenguaje en tu capacidad mental, en INA puedes realizarte una evaluación neurocognitiva. La evaluación neurocognitiva es un proceso que permite determinar el estado cognitivo y conductual de una persona. Incluye la exploración de capacidades o funciones cognitivas (atención, memoria, lenguaje, función ejecutiva, etc.), del nivel de autonomía del sujeto en su vida cotidiana (actividades básicas, instrumentales y avanzadas) y, en ocasiones, permite detectar cambios afectivos, conductuales y de personalidad.