La ciencia nos dice que los cerebros no nacen, se construyen. En el centro de la arquitectura dinámica del cerebro, se encuentran un conjunto de habilidades denominadas función ejecutiva y autorregulación. Estas habilidades en los niños son ingredientes clave para su rendimiento durante toda la vida. No se trata únicamente de aprender el lenguaje o de aprender los números o de aprender los colores. Debemos de ser capaces de trabajar de forma efectiva con los demás. Enfrentar distracciones y manejar demandas múltiples. Estas son las habilidades que contribuyen a la productividad de la fuerza laboral en el futuro.
¿Qué es la función ejecutiva?
La mejor forma de pensar en la función ejecutiva es imaginarla como un sistema de control de tráfico aéreo en el cerebro. Es decir que, debe de manejar muchos aviones que se mueven en muchas pistas con perfecta sincronización. El niño debe de manejar una gran cantidad de información y evitar distraerse. Involucra la memoria de trabajo, el control inhibitorio y la flexibilidad mental.
Supongamos una situación en la que un niño debe de esperar su turno para realizar una actividad. En primer lugar, el niño debe de poseer control inhibitorio. Debe poder abandonar lo que está haciendo para permitir que otro niño tome su turno, pero cuando le toque nuevamente su turno también debe de recordar qué es lo que se supone que debe de hacer. Y entonces se requiere de la memoria de trabajo. Si los niños a quienes les toca el siguiente turno no hacen algo impredecible, el niño del ejemplo debe de ser capaz de ajustar lo que hará enseguida. Esto requiere flexibilidad mental. Los niños que experimentan dificultad con estas habilidades a menudo parecen simplemente no estar prestando atención o que deliberadamente no quieren controlarse.
¿Cómo se desarrolla la función ejecutiva?
En los niños pequeños e incluso en los bebés se comienzan a ver las raíces de las habilidades de la función ejecutiva. Lo que sucede en nuestro cerebro es increíblemente complejo. La corteza prefrontal o el tercio delantero del cerebro es importante para la función ejecutiva, pero esta región no actúa sola. Está involucrada en el control del comportamiento a través de sus interacciones con todas las demás partes del cerebro.
El cerebro va de una situación en donde numerosas neuronas se comunican muy estrechamente unas con otras ignorando lo que ocurre a su alrededor hasta generar redes extendidas que conectan las diferentes áreas del cerebro. Pero este proceso toma tiempo. La función ejecutiva cambia a lo largo de la vida. Mejora radicalmente en los primeros años de la vida, continúa haciéndolo durante la adolescencia y no es hasta la edad adulta temprana que se tienen las redes de tipo adulto que son muy fuertemente activadas y que conectan las diferentes regiones cerebrales entre sí.
¿Es posible entrenar las funciones ejecutivas?
Sí. Es como ir al gimnasio. Mientras más se practiquen estas áreas, la capacidad se vuelve más fuerte porque se aspira a fortalecer esas conexiones neuronales. De forma lenta pero segura se nota que el niño ingresa al mundo con estas habilidades que le permiten llevarse bien con los demás cambiar las reglas, ser flexible, lograr nuevas cosas y hacerlo sin miedo. Si no adquirimos estas habilidades durante la infancia, que es cuando se activan, estaremos realmente mal preparados cuando seamos adultos para mantener un trabajo, un matrimonio, criar a nuestros hijos y relacionarnos con los demás. Básicamente, para ser parte de la sociedad.
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