La felicidad es un estado que resulta de la interacción de múltiples componentes psicológicos que interactúan entre sí, a saber: la sensación de placer, las creencias sobre el significado de la vida y el vínculo social. Todos estos componentes se combinan y fusionan. Esta fusión se obtiene gracias a un sustrato de redes neuronales cerebrales que se integran y sincronizan. Entre estas redes se encuentran las del placer, del pensamiento y de la conducta social.
La ciencia todavía tiene muchas dificultades para comprender por completo cómo funciona el cerebro para hacernos experimentar felicidad. Los principales obstáculos serían: la naturaleza subjetiva de nuestra experiencia de felicidad; la relación entre el placer y las creencias sobre la felicidad, y cómo estos componentes se relacionan con las estructuras cerebrales. En relación con esto último, se han identificado varias regiones del cerebro que, se especula, integrarían las redes del placer con las redes del significado y satisfacción con la vida. Otro desafío es comprender cómo las redes cerebrales encargadas de traducir en placer los estímulos sensoriales (un sabor agradable, una caricia, una visión confortante) se relacionan con los placeres superiores, como la música, la danza, el juego y el flow (percepción de la capacidad para realizar una actividad retadora) para contribuir a la felicidad. Si bien no está claro cómo se relacionan exactamente el placer y la felicidad, al menos podemos estar seguros en decir que la falta de placer constituye un obstáculo enorme para la felicidad.
Por otro lado, para las especies sociales como nosotros los humanos, las interacciones sociales son fundamentales para la felicidad. Los placeres sociales pueden convocarse a través de estímulos sensoriales (expresiones faciales agradables, aromas provocativos y caricias), así como construcciones más abstractas involucrando las funciones cognitivas superiores (recompensa social y la evaluación de las relaciones). Más aun, es probable que los vínculos tempranos con los padres o cuidadores y los lazos de pareja en la vida adulta sean extremadamente importantes para lograr la felicidad. Afortunadamente, la neurociencia social está comenzando a develar la relación compleja entre las interacciones sociales humanas y las activaciones cerebrales.
En conclusión, si bien el placer, las creencias y la conexión social son aspectos diferentes de nuestras vidas, todos contribuyen a generar la felicidad. La ciencia sigue investigando las bases biológicas cerebrales de estos procesos y debemos tener en claro que entender la felicidad es complejo. Entonces, ¿qué podemos hacer para ser felices?
Enfocarnos en el proceso. Si ponemos nuestra atención solamente en los resultados que obtenemos, es posible que tengamos momentos felices, pero probablemente no vivamos felices. No siempre los resultados están enteramente en nuestras manos. Por ello, enfocarnos en el día a día y disfrutar el proceso de vivir nos ayudará a ser felices.
Dar más que recibir. Podemos encontrar la felicidad en lo que recibimos (ganar la lotería, por ejemplo), pero usualmente estos momentos de felicidad son efímeros. En cambio, disfrutar lo que hacemos y lo que podemos aportar nos abrirá paso a una vida más prolongadamente feliz.
Extender nuestras expectativas. Si esperamos siempre lo mismo, probablemente nos sintamos aburridos o desanimados. Por otro lado, si esperamos mucho, es posible que nos desilusionemos constantemente. Por ende, es importante ir ajustando nuestras expectativas a la realidad que vivimos y que va cambiando con el tiempo.
Fortalecer nuestras relaciones sociales. Si bien no todos somos iguales, los seres humanos por naturaleza somos sociales. Ya sea para tener compañía, compartir experiencias, o para ayudarnos mutuamente, las personas buscamos relacionarnos con otros. Generar lazos saludables familiares y amicales nos permitirá sentir mayor bienestar y felicidad.
Lic. Edgardo Llerena Henzler
Referencia
Kringelbach, M. L., & Berridge, K. C. (2009). Towards a functional neuroanatomy of pleasure and happiness. Trends in Cognitive Sciences, 13(11), 479–487.
https://doi.org/10.1016/j.tics.2009.08.006