Llega fin de año y todos empezamos a sacar la lista de propósitos para el año que viene. Hacemos cálculos y medimos nuestras expectativas. Muchos de los objetivos del año pasado pasan a formar parte de esta nueva lista porque estamos recargados de energía y creemos que definitivamente este año sí la hacemos. Aunque quizás no nos hemos detenido a cuestionarnos ¿Por qué no cumplimos los objetivos del año pasado? La respuesta, como siempre, está en la forma en la que funciona nuestro cerebro, y claro está, la influencia del ambiente.
El ser humano ve el año como una serie de ciclos, sea por la influencia de las estaciones, del entorno laboral o académico. Es por ello que el estrés tiende a acumularse a fin de año ya que todo el mundo está cerrando ya sean ciclos de ventas o periodos académicos. Y de cierta forma, nos reiniciamos en enero. Porque siempre el iniciar algo nuevo nos genera mucha ilusión, Sin embargo, ¿Realmente nos estamos reiniciando?
Lo cierto es que a nuestro cerebro no le gusta el cambio, prefiere mantener rutinas. Cuando un cambio surge, el cerebro comienza automáticamente a comparar con lo ya conocido, gastando energía. Lo que el cerebro prefiere es ir en piloto automático sin ese coste energético. Esto, en ocasiones puede ocasionar una respuesta de rechazo, y vuelta a la rutina predefinida.
El cambio no sólo implica un mayor gasto de ‘energía mental’, sino que usualmente nuestro cerebro lo asocia con emociones negativas, como la amenaza y el miedo. Esto puede generar rápidamente una respuesta de pelea y huida, la que disminuye el flujo de ‘alimento’ –oxígeno y glucosa- al córtex prefrontal, responsable de las habilidades cognitivas superiores, como planificar y responder adecuadamente a las demandas del medio, afectando su desempeño. Surge entonces una paradoja: no contamos con los recursos cognitivos pertinentes cuando más los necesitamos.
Nunca lograremos cambiar si no estamos convencidos de que queremos hacerlo. Una manifestación superficial, sin convicción ni un auténtico deseo de cambio, será prácticamente imposible de realizar (Y por lo general este es el tipo de manifestaciones que tenemos a fin de año). Para cambiar tenemos que ser conscientes que vamos a tener que batallar con nuestro cerebro. Es importante considerar que aunque a nuestro cerebro le cueste cambiar, sí pude hacerlo gracias a la neuroplasticidad, pero esto requiere esfuerzo, tiempo y dedicación.
¿Tienes dificultad para cumplir tus objetivos y afrontar periodos de cambio? En INA podemos ayudarte mediante un tratamiento psicoterapéutico. La psicoterapia es un tratamiento colaborativo basado en la relación entre una persona y el psicólogo. La base fundamental es el diálogo, que proporciona un ambiente de apoyo que le permite hablar abiertamente con alguien objetivo, neutral e imparcial. Ambos trabajarán juntos para identificar y cambiar los patrones de pensamiento y comportamiento que le impiden sentirse bien. Al concluir el tratamiento, no sólo se resuelve el problema motivo de la consulta, sino que, además, se aprende nuevas destrezas para enfrentar con mayor efectividad cualquier desafío que pueda surgir en el futuro.
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