Actualmente, se ha empleado este término para hacer referencia a aquellas mujeres que tienden a entablar relaciones con hombres mayores que ellas, en busca del cariño que en su infancia no fue proporcionado por el padre. Sin embargo, los “daddy issues” no son un problema únicamente atribuible a las mujeres. Existen muchos hombres con “daddy issues”, así como existen muchas mujeres con “mommy issues”. Estos términos tratan de romantizar el verdadero problema de fondo: la falta de apego.
La teoría del apego
El vínculo afectivo o apego es una construcción afectiva basada en la necesidad que tiene el niño de seguridad y de protección de sus cuidadores. Cuando somos bebés somos dependientes de las personas que conforman nuestro entorno más cercano, y conforme vamos creciendo esta dependencia nos brinda un soporte emocional que nos permite llevar a cabo diversas actividades que fomentan el desarrollo de nuestra capacidad de adaptación a los cambios.
Desde el punto de vista de la neurociencia, el apego fomenta la participación de dos neurotransmisores, la oxitocina y la vasopresina. Estos son producidos por ciertas regiones del hipotálamo y actúan en zonas específicas del cerebro: el hipocampo, la amígdala, el núcleo talámico anterior y la corteza límbica. En estas regiones se procesan las emociones, el comportamiento afectivo, la memoria a largo plazo y el olfato.
Una serie de experimentos
Pero ¿Cuál es la relación entre estos neurotransmisores y los “daddy issues”? Pues bien, resulta que un grupo de investigadores descubrió que las hembras de varias especies en las que la actitud maternal era más fuerte, y que tenían una tendencia a desarrollar relaciones monógamas, poseían una mayor cantidad y densidad de oxitocina y vasopresina, en comparación de aquellas hembras en las que el apego con sus crías era menor. Al descubrir esto, los investigadores decidieron llevar a cabo un experimento con voluntarios a quienes se les dividió en dos grupos. Al primer grupo se los expuso al contacto de estas hormonas vía nasal, mientras que al segundo grupo simplemente se le aplicó una solución salina. Ninguno de los integrantes sabía a cuál de las dos sustancias habían sido expuestos. Luego, se les introdujo a un entorno de apuestas en compañía de un asesor. La evidencia mostró que, en el primer grupo, los voluntarios demostraron mayor confianza en el asesor, mientras que el segundo grupo, no.
La oxitocina, la vasopresina y los “daddy issues”
La confianza es un elemento central en las relaciones humanas. Siguiendo esta misma línea, y considerando que de niños dependemos de nuestros padres durante los primeros años de vida para desarrollarnos plenamente, resulta lógica la relación directa que existe entre la segregación de estas hormonas y la confianza que depositamos en nuestros padres durante los primeros años de vida. Pero ¿Qué pasa si conforme vamos creciendo la persona con la que generamos esa primera conexión en nuestra infancia se va? ¿O si simplemente no logramos generar esa conexión?
Los científicos que elaboraron la investigación descrita líneas arriba también hicieron un comparativo entre bebés que fueron criados por sus padres biológicos y bebés que fueron adoptados después de varios días de haber nacido. La diferencia hallada entre los niños de ambos grupos, después de haber interactuado con las personas que los cuidaban, evidenció que aquellos que no habían tenido contacto físico con su cuidador desde el primer momento (es decir los niños adoptados) evidenciaban menores niveles de oxitocina y vasopresina.
Ahora bien, estas hormonas reducen el estrés y el miedo, reduciendo en consecuencia la actividad del lado derecho de la amígdala, la zona del cerebro que regula las respuestas emocionales. A largo plazo, los niños que han tenido ausencia de una figura paterna o materna por períodos prolongados de tiempos durante los primeros años de su infancia son más propensos a desarrollar no sólo desconfianza sino inseguridades que pueden llevarlos a buscar un reemplazo de esa figura que les hizo falta durante sus primeros años de vida, en una pareja.
En conclusión, los primeros años de vida son fundamentales para el desarrollo del ser humano, tanto en los aspectos afectivos como cognitivos. La labor de los cuidadores en esta etapa de la vida es crucial para completar satisfactoriamente este proceso. La empatía en la niñez es el cimiento que garantizará el desarrollo de adultos sanos que aporten a su grupo social.