¿Qué tienen en común la salud mental y las neurociencias? Mucho, tal vez más de lo que podemos pensar.
Hasta ahora tenemos la tendencia a hablar en términos de “salud física” y “salud mental”. A pesar de los avances en el campo científico, seguimos pensando que la mente y el cuerpo están separados. Desde hace ya varios años, a pesar de lo poco que sabemos del cerebro y su funcionamiento, entendemos que controla todas nuestras funciones: el ritmo cardíaco, la respiración, la digestión, el sueño, la respuesta inmune, etc. Puede sonar reduccionista, pero es cierto: el cerebro controla todo nuestro organismo; de la misma manera, es el encargado de nuestros procesos mentales (Pariante, 2016). Entonces, ¿por qué seguimos hablando de la salud mental como algo separado de la salud física si el cerebro es parte de nuestro cuerpo y controla nuestra mente? No deberíamos: nuestra mente está ligada a todos los demás procesos (físicos) que controla el cerebro, haciendo este tema mucho más complejo.
Precisamente, la complejidad de nuestra mente (y nuestro cerebro), sus procesos y sus desórdenes, ha generado tres crisis en el abordaje adecuado de las alteraciones de la salud mental: una es la dificultad de establecer un diagnóstico; otra es encontrar una explicación que justifique los síntomas expresados y por último diseñar un plan de tratamiento (Rose, 2016). La crisis en el diagnóstico se debe a que muchos síntomas pueden encontrarse en diferentes desórdenes. Incluso, muchas patologías pueden parecerse entre sí, lo que hace necesario un diagnóstico diferencial. Pero, ¿cómo encontramos diferencias si no conocemos la explicación del origen del problema? Esa es la segunda crisis. No queda claro qué exactamente origina cada desorden mental, lo que ha llevado a la comunidad científica a apoyarse en teorías de multicausalidad. Cabe resaltar que estas teorías son totalmente válidas, pero no permiten por sí solas llegar a una explicación clara. Por lo tanto, esto nos lleva a la tercera crisis. ¿Cómo tratamos algo que no estamos seguros qué es ni cómo se originó? La psicofarmacología ha logrado avances importantes, pero no suficientes para lograr un tratamiento focalizado y eficaz. Se conoce mucho sobre neurotransmisores, sus funciones y los fármacos que tienen la capacidad de regularlos, pero todavía no hemos sido capaces de entender por qué una medicina hace efecto en un paciente y no en otro e incluso puede generarle efectos adversos.
Es aquí donde entran a tallar las neurociencias. Los estudios del cerebro han permitido lograr avances en conocer el origen, el diagnóstico y el tratamiento de los problemas de salud mental. Gracias al estudio de los endofenotipos y los biomarcadores ahora se puede tener mayor claridad sobre el origen de los desórdenes y en qué punto del desarrollo hay mayor vulnerabilidad. También se sabe, hoy en día, que una exploración clínica exhaustiva, una evaluación neuropsicológica integral, exámenes neurofisiológicos e imágenes cerebrales funcionales pueden ser de vital importancia para un diagnóstico más preciso. Finalmente, gracias a las neurociencias, hoy contamos con tratamientos más eficaces y personalizados como la estimulación magnética transcraneal y el estudio farmacogenético que permite individualizar el tratamiento psicofarmacológico, precisando eficacia y seguridad.
Referencias
Pariante, C. M. (2016). Neuroscience, mental health and the immune system: Overcoming the brain-
mind-body trichotomy. Epidemiology and Psychiatric Sciences, 25(2), 101–105.
https://doi.org/10.1017/S204579601500089X
Rose, N. (2016). Neuroscience and the future for mental health? Epidemiology and Psychiatric
Sciences, 25(2), 95–100. https://doi.org/10.1017/S2045796015000621
Lic. Edgardo Llerena Henzler
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