Una reciente investigación liderada por científicos del Instituto de Investigación de Barcelona (IRB) y la Universidad Pompeu Fabra ha revelado que la sincronización entre el reloj biológico central y el periférico puede tener un impacto significativo en el proceso de envejecimiento.
El reloj biológico central, ubicado en el hipotálamo del cerebro, regula nuestros ciclos de sueño-vigilia y está sincronizado con el ciclo de luz y oscuridad del ambiente. Por otro lado, los relojes periféricos se encuentran en los diferentes tejidos del cuerpo y controlan procesos específicos en cada uno de ellos. La coordinación entre estos dos tipos de relojes es esencial para el funcionamiento óptimo de nuestros tejidos.
En este estudio, los investigadores se enfocaron en analizar esta interacción entre los relojes circadianos central y periférico en dos tejidos clave: la piel y los músculos.
¿Qué descubrieron? Que cuando la comunicación entre estos relojes se interrumpe, como puede suceder debido al cambio de horarios o al trabajo por turnos, se pueden producir desajustes en los procesos biológicos que pueden manifestarse de diversas formas, como, por ejemplo:
Alteraciones en el ciclo celular: es decir, el momento en que las células se dividen y se replican puede descontrolarse, aumentando el riesgo de mutaciones genéticas y el desarrollo de enfermedades, incluido el cáncer.
Disfunción del sistema inmunológico: se puede afectar la capacidad del cuerpo para combatir infecciones y enfermedades. Esto puede llevar a una mayor susceptibilidad a enfermedades infecciosas o a la exacerbación de enfermedades autoinmunes.
Problemas metabólicos: se puede desregular la absorción de nutrientes, la producción de energía y los niveles de azúcar en sangre, llevando a problemas como la resistencia a la insulina, la obesidad y la diabetes.
Disfunción neurocognitiva: se puede ver afectada la función cerebral, incluyendo el estado de alerta, la memoria y el aprendizaje, provocando problemas de sueño, dificultades cognitivas y alteraciones en el estado de ánimo.
Al restaurar la comunicación y sincronización entre estos relojes (central y periférico), se observó que los procesos biológicos se comenzaron a realizar de manera coordinada y eficiente, asegurando el funcionamiento del 50% de las funciones circadianas de los tejidos, incluyendo procesos vitales como el ciclo celular, la reparación del ADN, la actividad de las mitocondrias y el metabolismo, y obteniendo un 35% más de funciones, tanto en el músculo como en la piel.
Todo ello, contribuyó a un retraso significativo del envejecimiento prematuro y la pérdida de masa muscular. De esta manera, el estudio sugiere que esta conexión es fundamental para mantener la salud de los tejidos y células del cuerpo, reduciendo en consecuencia el riesgo de diversas enfermedades y trastornos.
Este hallazgo no sólo arroja luz sobre cómo funciona nuestro cuerpo internamente, sino que también abre nuevas puertas para el desarrollo de terapias contra el envejecimiento muscular y resalta la importancia de mantener unos ritmos circadianos saludables para una vida más larga y funcional.
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Fuente: Psiquiatria.com
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