Durante la niñez y la adolescencia, fases cruciales del neurodesarrollo, pueden surgir diversos trastornos psiquiátricos. Entre estos, el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) y los trastornos alimentarios son los que se manifiestan con mayor frecuencia. Pero ¿a qué se debe esto?
Pues, durante estos periodos, se experimentan importantes cambios hormonales, cognitivos y sociales que pueden influir en la aparición de estos trastornos psiquiátricos, como, por ejemplo:
Cambios Neurobiológicos
Desarrollo cerebral: La corteza prefrontal, responsable de funciones ejecutivas como el control de impulsos, la toma de decisiones y la regulación emocional, no está completamente desarrollada hasta mediados de los 20 años. Esta inmadurez puede hacer que los jóvenes sean más vulnerables a desarrollar patrones de comportamiento desadaptativos.
Neurotransmisores: Los niveles y la regulación de neurotransmisores como la serotonina y la dopamina cambian durante la adolescencia. Estos neurotransmisores juegan un papel crucial en la modulación del estado de ánimo y el comportamiento. Un desequilibrio en estos sistemas puede contribuir a la aparición de síntomas obsesivos y comportamientos alimentarios desregulados.
Factores Genéticos y Biológicos
Predisposición genética: Los estudios han identificado varios genes que podrían estar involucrados en la predisposición a estos trastornos, afectando la regulación de neurotransmisores y la respuesta al estrés. Si un familiar cercano padece alguno de estos trastornos, el riesgo de que un joven también los desarrolle aumenta.
Cambios hormonales: Las fluctuaciones hormonales durante la pubertad pueden influir en el estado de ánimo y la conducta, aumentando la vulnerabilidad a estos trastornos.
Influencias Psicológicas y Sociales
Presión Social y Autoestima: Durante la adolescencia, los jóvenes enfrentan una mayor presión social y una necesidad intensa de aceptación y pertenencia. Las comparaciones y los estándares de belleza promovidos por los medios de comunicación pueden contribuir a la insatisfacción corporal y, en algunos casos, a la aparición de trastornos alimentarios.
Estrés y Ansiedad: La adolescencia es un periodo de cambios y transiciones, incluyendo el inicio de la escuela secundaria, el desarrollo de nuevas relaciones y la búsqueda de identidad. Estos factores pueden ser estresantes y, en aquellos predispuestos genéticamente o con vulnerabilidades psicológicas, pueden desencadenar o exacerbar estos trastornos.
Factores Psicosociales
Ambiente Familiar: Un ambiente familiar disfuncional, donde hay altos niveles de conflicto, falta de apoyo o expectativas poco realistas, puede contribuir al desarrollo de estos trastornos. Los jóvenes pueden utilizar comportamientos obsesivos o alimentarios como mecanismos de afrontamiento para manejar el estrés familiar.
Traumas Tempranos: Experiencias traumáticas en la infancia, como abuso o negligencia, pueden predisponer a los jóvenes a desarrollar trastornos psiquiátricos. Estas experiencias pueden afectar la forma en que el cerebro procesa el estrés y la ansiedad, aumentando la vulnerabilidad a condiciones como el TOC y los trastornos alimentarios.
Además, una dimensión común en ambos trastornos es la similitud de los síntomas obsesivo-compulsivos, que son más prevalentes en los trastornos alimentarios caracterizados por un perfil de atracones/purgas que en aquellos con un perfil restrictivo.
En resumen, la aparición de trastornos alimentarios y el TOC en la infancia y la adolescencia se debe a una combinación de factores neurobiológicos, genéticos, hormonales, psicológicos y sociales. Comprender estas superposiciones genéticas y las vías neurobiológicas compartidas es crucial para desarrollar estrategias de prevención y tratamiento más efectivas y personalizadas, ayudando a los jóvenes a navegar estos desafíos y promover una salud mental positiva a largo plazo.
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