Desde hace un tiempo atrás, la sociedad ha tomado la inteligencia como un pilar fundamental para la aceptación, reconocimiento y valía personal en el desarrollo que debe tener cada ser humano; sin embargo, las investigaciones y la evidencia de los últimos años nos han demostrado que ser cognitivamente inteligente no es suficiente para garantizar el éxito en los diferentes ámbitos de nuestra vida, ya sea personal, familiar, social, relaciones de pareja e incluso académico. Entonces es aquí donde surge la pregunta: ¿Por qué si estoy suficientemente preparado a nivel cognitivo e intelectual, no puedo desenvolverme de manera eficaz?
Peter Salovey y John Mayer, ambos profesores e investigadores intentan contestar esta interrogante a través de la “inteligencia emocional”, término que engloba cualidades como la compresión de nuestras emociones, la capacidad de saber ponerse en el lugar del otro y conducir nuestras emociones de tal forma que propicie mejorar nuestra calidad de vida. La inteligencia emocional, según los entendidos abarca cuatro habilidades esenciales que forman una jerarquía basada en la complejidad de sus procesos, siendo la primera el nivel básico y la última el más alto. A continuación, se define y describe cada una de ellas:
1. La percepción emocional: grado en el que las personas pueden identificar sus propias emociones, y ponderar el impacto de estas sobre las sensaciones fisiológicas y cognitivas. Del mismo modo son capaces de reconocer los sentimientos de los demás.
2. La asimilación emocional: se refiere a la capacidad de reconocer como las emociones afectan nuestros pensamientos y como nuestros estados afectivos nos ayudan a la toma de decisiones.
3. La comprensión emocional: implica la capacidad de identificar, nombrar y reconocer nuestras emociones y visualizar la relación que existe entre estas y las experiencias propias para poder darles un significado y sentido. Asimismo, se refiere a la capacidad de entender los cambios de una emoción a otra y la reflexión sobre la aparición de sentimientos contradictorios.
4. La regulación emocional: involucra la habilidad para estar abierto a los sentimientos, ya sean positivos o negativos y reflexionar sobre los mismos en función a su utilidad. De igual modo, incluye la destreza para regular nuestras emociones y las de los demás, dominando las emociones negativas e intensificando las positivas.
Teniendo en cuenta lo antes mencionado, diversas investigaciones, que se han realizado en nuestro país y alrededor de Latinoamérica, han llegado a la conclusión que una mayor habilidad de autoconciencia emocional, conciencia social, empatía, adaptabilidad y regulación emocional, aportará a un mejor rendimiento académico. Sin embargo, este es un ámbito que se debe seguir explorando ya que aún nos encontramos en el proceso de comprender e incluir la enseñanza de las emociones o inteligencia emocional como parte de nuestro día a día.
Si bien es cierto, tanto el rendimiento académico como la inteligencia emocional son importantes y no excluyentes; las emociones cumplen un rol fundamental en nuestra supervivencia, ya que no solo están implicadas en la activación y coordinación de los cambios cognitivos y conductuales necesarios para ofrecer una respuesta adecuada a las demandas del medio ambiente, sino también son elementos fundamentales en la toma de decisiones.
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